El móvil ha supuesto un boom tecnológico, casi una revolución; han transcurrido ya muchos años desde su aparición y ha pasado de ser en sus orígenes un aparato usado por muy pocos, considerado como un artículo de lujo, un objeto a exhibir y costoso, útil en caso de emergencias, a ser un utensilio usado por prácticamente todo el mundo.
Hoy es casi difícil imaginarse nuestra vida sin el movil. Está claro que su uso como medio de comunicación es incuestionable, aportando un avance importantísimo en este campo y mejorando o facilitando la comunicación, pero ya llevamos tiempo comprobando que también tiene cosas negativas, como la posibilidad de generar adicción. De hecho las estadísticas hablan de que cada mil personas usuarias del móvil, dos han desarrollado una dependencia patológica. La adicción al móvil tiene una prevalencia mucho más alta en jóvenes, de hecho se dan casos a partir de los doce años. Debido a que la edad a la que se tiene móvil cada vez es más temprana, está claro que aquí la responsabilidad no la tienen los chavales, sino los adultos a su cargo. El problema radica en que el móvil ha pasado a ser prácticamente un juguete o el regalo preferido por todos los adolescentes y como acabo de mencionar por niños. Es un medio de identificación con el grupo, de aceptación social, por ello siempre buscan tener el último modelo. A esto contribuyen las campañas publicitarias de las compañías telefónicas al transmitir a los chavales que no se puede vivir sin móvil, prácticamente como si fuera una necesidad primaria.
Las características de esta adicción son muy similares a la adicción a las máquinas de juego, tabaco, alcohol, y otras drogas, con la complicación añadida de que el móvil no es fruto de rechazo a nivel social. Por lo tanto algo característico de esta adicción es la dificultad, incluso para la gente que rodea a la persona que lo padece, para reconocer este comportamiento como adictivo. La persona siente un impulso irrefrenable de usar el teléfono, le lleva tanto tiempo que acaba interfiriendo en sus estudios, trabajo, vida familiar, etc, por no hablar de las consecuencias económicas. El no tener acceso al móvil, por cualquier motivo, un apagón, la falta de cobertura, les genera una ansiedad altísima y un estado de irritabilidad excesivo, por lo que suelen tener varios teléfonos con varias compañías.
El motivo por el que es más frecuente en adolescentes se debe a que a esta edad existe un peor control sobre su conducta. Su grupo de referencia son sus amigos, que son fundamentalmente a los que llaman, y en el que hay una inmadurez a todos los niveles. La autoestima a veces es baja y se usa como una forma de encontrar la aprobación de los demás. La capacidad del chaval para darle un uso adecuado es, por tanto, algo que los adultos deberían valorar antes de decidir comprar un móvil a sus hijos.
El tratamiento sería prácticamente igual que para cualquier otra adicción, dirigido a romper la dependencia patológica y a la prevención de recaídas. De todas formas les sugiero que todos reflexionen sobre el uso que le dan a su móvil y valoren si es el correcto.